jueves, 19 de marzo de 2009

Gran Torino Deportivo Modelo 1972


Pese a las pocas críticas que llevo a las espaldas, he descubierto lo difícil que es criticar. No hablo de criticar por criticar, sino de hacerlo con conocimiento de causa, y quizás también de efectos.

Uno se planta ante una película como Gran Torino y no tiene más remedio que sucumbir a los encantos de la historia, del personaje y de la estética fílmica. He de reconocer que siempre me ha gustado más como actor que como director, con sus cerca de setenta actuaciones en algunas de las películas que marcan y dirigen la historia del cine, pero con Gran Torinose tiene la oportunidad de ver al Eastwood director, y al Eastwood actor. Además, en él, y es una opinión, convergen muchas sentencias pero que, en la mayoría de ocasiones, se resumen en dos: o te gusta o no, pero nunca te deja indiferente.

En este film, no en vano, se podría definir como una autobiografía fílmica, de los personajes que Eastwood ha ido encarnando a lo largo de toda su carrera. Desde su propio estereotipo de hombre tosco, rígido y políticamente incorrecto, hasta su concepción del cine como discurso narrativo humilde, presto, virtuoso, perceptivo o reivindicativo.

Walt Kowalski, el protagonista del film, es un jubilado de la empresa Ford y un veterano de la Guerra de Corea que vive en un barrio repleto de inmigrantes. Tras el funeral de la esposa, se nos presenta a un cascarrabias Kowalski, desconforme con el sacerdote que ha oficiado el funeral, con sus hijos y sus nietos. Para más inri, tiene que convivir con unos vecinos algo especiales para una mente arcaica y retrograda de un combatiente: de origen Hmong, donde Thao será parte fundamental en la historia. Éste, persuadido por su primo, jefe de una pandilla, intentará robar el Gran Torino Deportivo Modelo 1972 que Kowalski guarda como su bien más preciado. Después de varios intentos de robar el coche, Thao se niega a intentarlo de nuevo, algo que no gusta a los pandilleros y comienzan a golpearle. Pero el cascarrabias y grosero Kowalski estará ahí para salvar la honradez, y los dientes, del chico. Seguramente, Kowalski se arrepintió de por vida de esa defensa, porque debido a ello empezó a ser agasajado por toda una tribu Hmong, con regalos y comida de todo tipo, que el héroe no tendrá ni tiempo ni ganas de comer.

Junto con su hermana Sue, Thao comenzará a intimar con Kowalski, creándose un vínculo casi inquebrantable que podría rozar la amistad. La pandilla vuelve a atacar a Thao, e incluso a violar a Sue. Y Kowalski vuelve a actuar, presentándose en casa de los pandilleros, amenazantes. Y mientras él, poco a poco, saca de su chaqueta un mechero, los pandilleros lo acribillan a balazos creyendo que es una pistola.
La historia finaliza con la lectura del testamento, que sorprende a todos los presentes: todo su dinero va para la Iglesia, y su hijo inertesu pequeño Gran Torino es para Thao.

La historia gusta y atrae, con un final que le quebraría la cabeza al propio Sergio Leone, que nunca hubiera dejado morir a su Joe de Por un puñado de dólares. Pero pese a ello, reconozco algunas pinceladas del cine western de Leone, un western sin pistolas y sin espuelas, ya que Eastwood se las devolvió a Leone antes de que éste muriera. También es cierto, que este Kowalski tiene pinceladas de un Robert Kincaid, en Los puentes de Madison, y del madero Callahan, en Harry el sucio. Así, queda defendida la anterior idea de que este personaje creado por y para el propio Eastwood, aglutina algunos de los personajes que más le hicieron destacar en su carrera y por los que más es recordado.

Centrándome en un punto de vista narrativo, y formal, esta sencilla historia se presenta con una linealidad temporal, con una gran realización y un inmejorable montaje. Gran Torino se presenta como una historia sencilla, sin muchos adornos y diálogos sencillos. Destaco el papel de la banda sonora, que consigue los efectos esperados, alabando, el tema principal Gran Torino, compuesta por el propio director. Así mismo, puesto a criticar, critico el pésimo trabajo de doblaje, que aunque se desvincule de este análisis formal y narrativo del film, en muchas ocasiones ensombrece alguna que otra actuación que podría ser estelar. Y sí, es una pena que todo sea eclipsado por un bajo presupuesto para el doblaje en español. Habrá que confiar en que el director, productor, actor y músico Eastwood no sepa español.

Un humor muy americano ameniza la obra, recalcando los esputos de Eastwood y de la abuela de Thao; y los apelativos que nuestro protagonista otorga a los "rollitos de primavera", utilizando estereotipos conocidos por todos en la calle en referencia a las personas de origen china. "AtonThao" y "Yogur" te obligan a sonreír...

Destacables son los choques culturales que contiene el film. Kowalski no cree en la Iglesia ni defiende la inmigración. Pero, con el paso del tiempo, pese a creer que su sabiduría y sus creencias tendrían que ser universales, va descubriendo que ni la Iglesia es tan mala, ni la inmigración tan innecesaria. Así, después de un comienzo con un no disimulado rechazo a amabas partes, termina sucumbiendo a sus más ocultas nuevas creencias dejando todo lo que tenía a sus viejos incomprendidos.

Por último, este film, Gran Torino, sugiere una lógica evolución de las constantes de una trayectoria que lleva ejerciendo sobre sí mismo el derecho a la autocrítica. Es posible que no sea la mejor obra de Eastwood, pero sí la única que reúne muchas situaciones ya vividas por alguno de sus personajes. Es un mix de todas sus obras. Así que como dijo Kincaid en Los puentes de Madison, "Sólo lo diré una vez. No lo había dicho nunca antes, pero esta clase de certeza sólo se presenta una vez en la vida"… Hay que verla.

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